El pasado 5 de marzo del 2022, el estadio Corregidora de Querétaro fue testigo de una de las peores trifulcas en la historia del fútbol mexicano, en la que las porras del Gallos Blancos de Querétaro y los Zorros del Atlas se enfrentaron dejando como saldo 26 heridos y 58 personas sentenciadas sin poder asistir a algún evento deportivo durante tres y hasta cuatro años.
A un año de los hechos, es necesario reflexionar sobre lo que ocurrió y cuestionarnos qué se ha hecho para evitar que se repita en el futuro.
En primer lugar, es importante señalar que los hechos fueron atribuidos a la falta de medidas de seguridad y organización por parte de los responsables del evento. El estadio Corregidora no contaba con la cantidad de elementos de seguridad necesarios para controlar a las porras y prevenir la violencia, y los organizadores no implementaron medidas suficientes para garantizar la seguridad de los asistentes.
Además, se ha señalado la presencia de grupos de animación violentos dentro de las porras, que se dedicaban a incitar a la violencia y provocar a los integrantes del equipo rival.
El incidente no sólo tuvo graves consecuencias físicas y emocionales para los afectados y sus familias, sino que también dañó la imagen del fútbol mexicano y del país en general. A nivel internacional, los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia y la violencia en los estadios mexicanos se convirtió en tema de discusión y preocupación.
Un año después de los hechos, es necesario cuestionar qué medidas se han implementado para prevenir que una situación similar se repita en el futuro. La Liga MX anunció un aumento en la seguridad en los estadios y la prohibición de las porras visitantes en algunos encuentros, pero ¿es suficiente?. Es fundamental que se implementen medidas más estrictas para controlar la violencia en el fútbol, como la identificación y expulsión de los grupos de animación violentos y la implementación de protocolos de seguridad más rigurosos.
Además, es necesario que se promueva una cultura de respeto y tolerancia entre los aficionados, y que se fomente el deporte como una actividad pacífica y de convivencia.
Por otro lado, también es importante cuestionar la responsabilidad de las autoridades en la prevención de estos hechos. ¿Por qué no se tomaron medidas preventivas antes del partido?, ¿Por qué no se actuó de manera más efectiva durante la trifulca?. Las autoridades tienen la responsabilidad de garantizar la seguridad de los ciudadanos y los asistentes a eventos públicos, y en este caso también fallaron.
En conclusión, la trifulca entre las porras del Gallos Blancos de Querétaro y los Zorros del Atlas fue un hecho lamentable que dejó graves consecuencias y que cuestiona la seguridad en los eventos deportivos. Es fundamental que se tomen medidas más efectivas para prevenir la violencia y que se promueva una cultura de respeto y tolerancia en el deporte. Además, es necesario que se investigue la responsabilidad de todos los involucrados en la prevención de estos hechos y se tomen medidas para evitar su repetición en el futuro.