Más de 20 mil corredores llegaron temprano a las calles de la ciudad. A diferencia de otras ediciones del maratón, esta vez hubo más facilidades para llegar al lugar de la salida y que todos estuvieran en sus marcas, listos para darles el fuera.

Entre las porras se escuchaba de todo, y en los carteles las advertencias de que tenían que terminar la competencia a como diera lugar como aquella que citaba “estabas chingue y mame, chingue y mame, ahora coyeye, coyeye” y más le vale que haya “teminado”.

Desde la noche anterior, comenzó el maratón de los agentes de seguridad privada que montaron guardia en los puestos de hidratación ubicados en todas las rutas. Ahí se quedaron desde el sábado en la noche, los dejaron ahí, solo acompañados de un baño móvil, y las cajas con las bebidas. Entre bostezos cuidaban que nadie se robara las agüitas y aguantar como campeones, parados y sin cenar.

Ya en la competencia, el Capitán América, varios luchadores con algo de sobrepeso pero con ganas de correr, y muchos pero muchos competidores llenaron, las regularmente, calles saturadas de coches de la ciudad, pero ahora de atletas y diversos personajes que acompañaron a los corredores como aquel saxofonista que encontró la oportunidad exacta de motivar musicalmente a los maratonistas, sus notas a unos los motivaron a otros los enamoraron.

Los corredores más geek traían el reloj inteligente a tope, midiendo pasos, el pulso, ruta y la distancia recorrida, audífonos inalambricos con playlist que iban desde Grupo Firme, pasando por José José y terminando con la de Gonna Fly Now, por aquello del espíritu de Rocky.

Algunos con lágrimas en los ojos, otros con la cara llena de felicidad y unos más con la satisfacción de haber terminado la competencia, no importa el ranking, lo importante fue que llegaron.

Hubo un competidor que tuvo varios kilómetros para pensar una decisión importante. No sabemos qué tanto pensó y que le gritaron o le advirtieron que cuando llegó a la meta, pidió matrimonio. ¡Ese sí que es un largo maratón!